Hace tres años los vecinos de barrio Marechal y alrededores se organizaron para defender a “La Canchita” ante los planes de la Municipalidad de Córdoba de arrasar con ella para ampliar la Costanera. Hoy es una escuela mixta donde decenas de chicos y chicas juegan fútbol y hockey sin recibir apoyo de los gobiernos. Erika, una de las profe, señaló que el viejo Pueblo de La Toma está acostumbrado a luchar por su espacio y que hoy esos pibes, con pelota, pala y rastrillo en mano, siguen ratificando aquello de ser hijos del primer territorio libre de América.
Por Gonzalo Reyes para La tinta
La Canchita: escuelita para jugar y aprender a luchar
Hace tres años los vecinos de barrio Marechal y alrededores se organizaron para defender a “La Canchita” ante los planes de la Municipalidad de Córdoba de arrasar con ella para ampliar la Costanera. Hoy es una escuela mixta donde decenas de chicos y chicas juegan fútbol y hockey sin recibir apoyo de los gobiernos. Erika, una de las profe, señaló que el viejo Pueblo de La Toma está acostumbrado a luchar por su espacio y que hoy esos pibes, con pelota, pala y rastrillo en mano, siguen ratificando aquello de ser hijos del primer territorio libre de América.
Por Gonzalo Reyes para La tinta
Hace unos días Erika me contó con evidente entusiasmo que había conseguido una decena de pelotas usadas y algunos conos rotos. Agitada y caminando por el centro, con un bullicio de fondo, ahora me asegura que el corazón de los pibes estallará más veces y más fuerte que los bocinazos del atolladero céntrico, cuando el próximo jueves los sorprenda con semejante cargamento.
Erika Fronteras tiene apenas 24 años y parece ser de esas personas que encontraron la fórmula para vivir varias vidas en una. Es todo lo que ama. Y si amara más, de alguna forma –desconozco cómo- todo entraría en el mismo sistema horario de 24 horas. Esta profe de historia es también la profe de la escuelita “La Canchita de la Academia” de barrio Marechal. Mientras alimenta sus sueños de ser DT, participa de la coordinación de las clases de fútbol, hockey y gimnasia deportiva en esa misma porción de tierra donde convirtió sus primeros goles de potrero cuando tenía 6 o 13 años, la misma edad de sus alumnos, a quienes les enseña que el viejo Pueblo de La Toma es un pueblo de lucha y que la resistencia es una forma de vida y de juego .
Ubicada entre Costanera y Monseñor de Andrea (bajo el puente Tablada), actualmente La Canchita se sostiene sólo con el apoyo de los vecinos y da clase a más de 35 pibas y pibes de la zona. Allí los géneros no dividen sino que unen y las edades se diluyen como aquellas cosas que no tienen sentido. Le pedí a Erika que me contara la historia de este potrero que se hizo escuelita, que resultó ser el gen fundacional de un nuevo centro vecinal y que se enclava en una porción de la ciudad atravesada por una misma historia de desalojos y resistencias.
Con espíritu docente y pasión por la historia, ella me lo explicó tal y cómo se lo cuenta siempre a sus chicos. En ese momento me di cuenta que no tenía sentido que quien escribe lo siga haciendo.
Una historia de pertenencia, lucha y potrero
Por Erika Fronteras
Todo empieza en el Primer Territorio Libre de América con el pueblito de La Toma, que entre fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX, al igual que en muchos lugares de nuestra América, sus habitantes fueron despojados de todas sus tierras. Para ello, también se pretendió quitarles –de distintas formas– su identidad y su memoria, a la vez que se los excluía económica, social y políticamente.
Así, la identidad de Pueblo Alberdi se forjó con raíces del Pueblo de La Toma; con el aporte de inmigrantes europeos que venían a trabajar a la Cervecería Córdoba; con la instalación de varios talleres metalúrgicos y del calzado; con la llegada de gente del interior y de los hermanos latinoamericanos que arribaban a estudiar medicina al Hospital Nacional de Clínicas; con varios clubes deportivos (Belgrano, 9 de Julio, Deportivo Flores, Universitario); con escuelas como el Alejandro Carbó, el Cassaffousth y el Belgrano entre otras; con la música y la poesía del Chango Rodríguez; con las barrancas donde abundaban las leyendas de salamancas y aparecidos en el Cementerio San Jerónimo; con las matinés en el Cine Moderno (La Piojera) y con el arribo de la comunidad peruana.
Sin embargo, su identidad se terminó de moldear con la lucha y la participación política de sus vecinos. Pueblo Alberdi fue testigo y sus habitantes fueron protagonistas de Lunas Carnavaleras, de innumerables peñas, de las estudiantinas, de numerosos actos de resistencia y rebelión de los cuales algunos quedaron más presentes en el mito y la leyenda popular: la Reforma Universitaria, el Cordobazo y la lucha de los trabajadores cerveceros por 105 días para defender su fuente de trabajo.
Pero este territorio de libertad para la creación y la imaginación, debía ser desmemorizado, desarraigado y saqueado. Con el golpe militar se decidió atacar las pensiones donde se alojaban los estudiantes prohibiendo las juntadas y estimulando el traslado hacia otra zona de la ciudad, no sólo por la reunión de gente sino también porque hacía muy difícil el acceso de las fuerzas de represión, dadas las características de la zona del Clínicas. Los asentamientos de la calle 9 de Julio y Dean Funes de la Tribu (orillas del Suquia) fueron expulsados del lugar a fines de la década del 80, a la vez que las casas de principios del siglo XX con gran valor patrimonial/afectivo para sus vecinos, comenzaban a quedar vacías por diversos motivos y a ser demolidas una por una.
A comienzos de los ’90 empiezan a sentirse los efectos de las políticas neoliberales, se nos vino el shopping con su cultura de consumo. Luego cerraron numerosas fábricas cuyo paladín mayor fue el cierre de la Cervecería Córdoba, generando un alto número de desocupados y condenando a un numeroso sector del barrio a la exclusión social. Más acá en el tiempo y como producto de las políticas planificadas de la élite económica y dirigencial de los últimos 40 años, no se detuvieron las demoliciones desenfrenadas sino que se multiplicaron. Nos cerraron la Piojera, nos prohibieron hacer peñas y bailes, también murieron algunos clubes de la zona, nos demolieron nuestra chimenea. Todo esto nos obligó a un nuevo modo de urbanización y un “progreso” pensado para pocos que destruye casas, escuelas, monumentos, clubes, historias, memoria, sepultándolas con grandes moles de cemento, alterando no solo el paisaje barrial sino también la forma de vida de los habitantes de nuestra ciudad, pretendiendo borrar nuestra identidad.
En contraposición a esto es que hace siete años atrás se formó la “Multisectorial Defendamos Alberdi” conformada por vecinos y vecinas de la zona, más numerosas organizaciones e instituciones. A través de esta herramienta es que se viene luchando por un modelo de barrio que preserve su historia, su memoria y su identidad, que no expulse a sus vecinos/as y que tenga en cuenta la opinión y la necesidad de todos sus habitantes.
Pero en 2015 nos encontramos frente a un nuevo intento de demolición por parte de la Municipalidad de Córdoba. Esta vez se estaban metiendo con algo más que una casa, esta vez era “La Canchita de la Academia”.
La canchita de todas la batallas
“La Canchita” es un espacio muy importante de nuestro barrio, 40 años de anécdotas no es poca cosa. Este espacio es uno de los lugares de recreación más antiguos de la zona. Un lugar de encuentro del sector más popular de este Barrio. La Municipalidad pretendía hacer una extensión de la Costanera que fuera por debajo del puente Tablada, pero antes de preguntar a los vecinos y vecinas, o interiorizarse con la zona, fueron por la más fácil: hacer un trazado que vaya derecho, que no haga la curva y que el camino atravesara la canchita. Al enterarnos de la noticia no lo podíamos creer. O mejor dicho, sí lo podíamos creer, ya que esto de las demoliciones no era algo nuevo, pero no lo íbamos a permitir. Así fue que nos reunimos y nos movilizamos, cortamos calles y no permitimos seguir con la obra. Después de varios días de lucha se logró que se modificara el plan de obra y que nos prometieran poner en condiciones la canchita, no tan sólo con el relleno de tierra, que ya habían empezado a sacar, sino que también con la provisión de luces y tribunas.
Es aquí que movilizados por la defensa de uno de nuestros lugar de encuentro y entendiendo que todas estas luchas necesitaban sumar un respaldo institucional decidimos llevar a delante la tarea de conformar el Centro Vecinal de Marechal.
Con todas estas luchas como antecedentes, con la idea de la apropiación del territorio, la lucha por la recuperación de los espacios barriales, la valoración de la identidad y la realidad social del barrio que nos demandaba un espacio de contención para los jóvenes, fue que hace casi dos años decidimos abrir una escuelita de fútbol teniendo como sede “La Canchita de la Academia”.
Al comenzar se planteó abrir una escuelita femenina para jóvenes de 13 años en adelante, sin embargo a la semana de estar en el lugar se acercaron a entrenar varios niños y niñas desde los 6 años. Así fue que quedó mixta y de esas edades.
En la actualidad son más de 35 los chicos y chicas inscriptos y estamos organizándonos para abrir nuevos horarios ya que se siguen sumando más y más. Por ahora las clases de fútbol se dan lunes y jueves de 18 a 20, mientras que las de hockey y gimnasia los lunes y viernes de 15 a 18.
Hoy a pesar del poco material y la certeza de que las promesas de mejorar el lugar, hacer tribunas y poner luces, no van a ser cumplidas, estamos logrando algo imposible de describir con palabras. Cada día son más los niños y niñas que se suman a nuestra escuelita. Cada mes hacemos limpieza del lugar entre todos y todas los participantes. Con orgullo decimos que ya hemos organizado nuestro primer campeonato interbarrial tras 20 años, en nuestra Canchita de La Academia.
Y lo más importante: los niños y niñas que participan aman este espacio y lo declaran suyo día a día. Entre risas, bromas y juegos se escucha por ahí: “Profe!!! La Canchita es nuestra!!” Y a mí… a mí se me paraliza el alma.